Ha puesto un tweet algo polémico, te doy la razón. Quizás no debería decir esas cosas en público, al fin y al cabo, tú también mereces intimidad. ¡Es más, tienes derecho a la intimidad! Lo que sucede es que, cuando has visto el tweet, has abierto el grupo de Whatsapp. Podrías haberle mandado un mensaje directo, al fin y al cabo ahora todo twitter sabe qué tipo de persona eres. En cambio, le has pasado el tweet a tus colegas. A los panas, a las nenas, a tus bros, a tus sis. Y cuando los comentarios del grupo de Whatsapp te han dado la razón has sentido ese placer engañoso que te hace apretar los dedos, coger el móvil y… ¡Boom!
Lo malo
Lo malo viene luego. Tras varios rt, resulta que has exagerado. Ahora te has dado cuenta de que el tweet no iba por ti, de que, en realidad, es imposible que alguien sepa que se refiere a ti. Quizás, de lo que te has dado cuenta es de que, en realidad, no sales. Por ese entonces resulta que tu respuesta ahora es TT. Te has ganado un puñadito de followers y en el grupo de whatsapp no se ha visto mayor aplauso. Luego te das cuenta de que esa otra persona la están poniendo a caer de un burro. De imbécil p’arriba. Tanto es así que twittea que tiene cientos de miles de mensajes que harían sentir mal a cualquiera. Te metes en las respuestas al tweet y resulta que incluso a ti te resulta desagradable.
Lo peor
Lo peor viene más tarde. Esta persona no ha ido al instituto, o no ha salido de su casa, o ha dejado de ir a tal o cual cosa porque ahora no da un paso sin que alguien se ría. Es más, cuando ven que pasa, la gente chilla lo que twitteaste tú. Os llevasteis bien un tiempo, te precipitaste y ahora está pasando esto. Y miras el tweet y… ¿Se lo hubieras dicho en persona? ¿Hubieras tenido las agallas de ser alguien tan…? En fin, pon tú el adjetivo. Todo el mundo sabe que para ser malo no se necesita más que algo de ingenio y, hoy en día, un móvil. Igual eso que ha sucedido es algo que podríais haber hablado.

¿Y ahora qué hacemos?
Todo el mundo ha sido alguien así o lo ha intentado. Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Hasta ahí todo normal (normal no significa bien). ¿Tiene solución? ¡Ahí te quería yo ver! No, lo hecho, hecho está. Lo que sí tiene solución o sí se puede planear es lo que hacemos luego. Ya has visto los efectos que la “vida virtual” puede tener en alguien. Bien, la próxima vez, si no lo dirías en persona, no lo digas. Si ya lo has dicho y estás a tiempo, borra el tweet o la publicación.
Y discúlpate. No hace falta que pongas que te disculpas en twitter o en las demás redes. Desde luego, si te disculpas en twitter pero en persona sigues haciendo lo mismo… En fin, no hace falta que te digamos nada. En cualquier caso, lo más importante de todo esto es que seas consciente de que hay cosas que no hay por qué hacer. Las redes sociales son geniales si las usamos bien: tenemos un sitio para interaccionar, para informarnos (bien, cuidado, informarnos bien), para relacionarnos con personas que viven en la otra punta del planeta… ¡Y lo usamos para herir! ¿No resulta un poco tonto todo esto?
Y si no lo has hecho nunca…
¡Sigue así! Pero, ¡ojo! ¡No pierdas de vista lo que haces con el móvil! Todo el mundo tiene impulsos, a todo el mundo le sienta mal algo. En ese momento, como dice nuestro decálogo, cuenta hasta diez. ¿Ves? No era para tanto. A semejante hateblocker como tú estas cosas no le sacan de su sitio.